Al caminar junto a otra persona nos coordinamos inconscientemente para ir al mismo paso. Si una acelera el ritmo ligeramente, la otra responde al instante. Ocurre lo mismo con el volumen de la voz en una conversación, el nivel de la voz se negocia automáticamente al inicio de ésta y puede aumentar si hay excitación o enfado y también disminuir bajo otras circunstancias.
Éste fenómeno fue descrito en detalle por Albert-László Barabási en su estudio de la dinámica de los aplausos. La investigación descubre a través de una serie de grabaciones que el público de un evento que aplaude desordenadamente se coordina hasta terminar golpeando las palmas al unísono. Esta autoorganización del sistema, totalmente inconsciente y sin un líder o modelo que imponga el ritmo a seguir es una habilidad innata en todos nosotros. Para más misterio si cabe, el autor asegura que el mismo público aplaudiendo por un periodo de tiempo prolongado vuelve al desorden y de nuevo al orden rítmico de forma periódica.
Sucede esta sincronización al ajustar el movimiento del brazo cuando saludamos dando la mano, cuando conducimos relajadamente detrás de otro coche manteniendo la distancia sin atención y en prácticamente cualquier actividad que conlleve una interacción repetitiva y mantenida en el tiempo.
Coordinamos el curso de nuestros movimientos e incluso los estados emocionales contagiándonos mútuamente estados de relajación y estrés a la par que interactuamos. Modificamos nuestro comportamiento con ligeras correcciones y bruscos cambios de rumbo para ofrecer el mejor resultado a cada situación en función de lo que percibimos de los demás.
Si bien esto puede parecer equiparable a conductas más complejas (aunque dudo de que usen los mismos procesos mentales) como aquello del peatón que cruza con el semáforo en rojo y los demás se lanzan cuando antes estaban esperando; esta sincronización se antoja interesante por el resultado alineado y armonioso que produce. Probablemente mucho tengan que ver en ella las neuronas espejo.
¿Cómo podríamos diseñar para favorecer la sincronización en beneficio común?. He leído en varias ocasiones que gran parte de los atascos se producen por las notables diferencias de velocidad que lleva cada vehículo en circulación, produciendo en puntos clave cuellos de botella. Según dicen todos llegaríamos en menos tiempo reduciendo nuestra velocidad de forma conjunta.
Mis conocimientos se quedan cortos para valorar si este enunciado es realmente cierto, pero suena francamente interesante que una idea tan sencilla pueda dar un resultado tan bueno. Si esto es cierto, la clave no está meramente en reducir la velocidad sino en sincronizar el comportamiento de los conductores que circulan por la misma vía. Podríamos facilitar a cada coche (o conductor) el feedback necesario para sentir nuestra velocidad y la de los demás, ganando o perdiendo inercia en función de las colas que me preceden y anteceden.
Con un poco de imaginación podemos pensar en todo tipo de soluciones que nos pongan en contexto con un grupo de personas y su tempo. La clave es convertir la información a analizar en sensaciones que podamos procesar de forma sencilla.
Por cierto, los objetos inertes también se sincronizan de forma automática como bien descubrió Christiaan Huygens con los péndulos de su pared.
No os perdáis este vídeo de Steven Strogatz en el TED para ver un ejemplo con metrónomos y el marciano problema del acoplamiento en el puente de Londres, es alucinante.
La foto de arriba la tomé en Pekín hace ahora justo un año.
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