Agustín Jiménez

Observations about tech, design and people. Since 2010.

Diseño de servicios: taxis

Los taxis son un bien escaso en las grandes capitales de China. La alta demanda de taxis y la consecuente falta de disponibilidad podría significar que es un buen negocio. La realidad es bien otra. Tarifas controladas a la baja por el gobierno, un elevado coste de los combustibles y un sistema de empresas -algo oscuro- produce pocos ingresos al que está al volante. Todo esto unido a las cualidades propias de una gran ciudad China -mucho ruido, contaminación, largas distancias, gente con estrés y pocos modales- da lugar a un servicio de taxis público pobre y deficiente.

El taxista habitual, apretado por la situación y fuera de cualquier consideración va preguntando con desdén a la gente que le para -¿a dónde vas?. Hasta que encuentra una buena carrera. No hay esperas -el taxímetro no se mueve con el coche parado- y sientan muy mal los cambios de rumbo.

No son pocos los avispados que ofrecen sus servicios con coches privados en aquellas horas y lugares de mayor escasez. Estos particulares taxis con frecuencia ofrecen las mismas comodidades que un taxi oficial: un coche viejo a menudo sucio y un conductor descuidado a menudo temerario. Eso sí, por un coste diez veces superior al de un taxi público. Una fiesta.

Sin embargo es curioso el caso de Yanqing. Un condado al noroeste de Beijing, sobre el que cruza parte de la Gran Muralla y rodeado de montañas. Con tan sólo 300.000 habitantes -sí esto es muy poco en China- tiene un sistema de taxis privados en su capital barato, cómodo y bastante amigable.

El sistema es sencillo. Un grupo de ciudadanos se comunican por radio para ofrecer sus vehículos privados y llevar a la gente del pueblo de un sitio a otro. Los vecinos llaman a un número de teléfono para que les recojan y reciben un código personal para cofirmar con el conductor al llegar. En la central, ubican las posiciones de cada coche con un mapa en la pared usando pins. Los conductores, van comunicando por radio contínuamente dónde se encuentran para que desde la central les asignen clientes cercanos. Y he aquí la mejor parte: todos los trayectos cuestan lo mismo. No importa dónde vayas, siempre pagarás 6 yuanes (0,70 €).

Los coches son con frecuencia del modelo QQ, una copia exacta del Chevrolet Matiz, el coche más vendido en China por su bajo precio. Es el equivalente al 600 en España. Pequeños, sencillos, y me temo que también inseguros. A veces tienes que compartir trayecto con otros pasajeros siendo un poco apretado. Pero no importa porque los conductores, vecinos del pueblo, son simpáticos y el precio es más que razonable.

Un taxista natural del pueblo que trabaja en Beijing nos contó que existen al menos 600 microempresas con un total de 8.000 coches disponibles según el día. Todo el que tiene un coche, tiempo y quiere un extra se adhiere a alguna de las compañías de taxis. Algunos dejan el campo y comienzan a dar carreras con un coche de tercera o cuarta mano.

Aún siendo ligeramente precario es impresionante lo bien diseñado que está todo el servicio. Y admirable lo contenta que está la gente -el que conduce y el ocupante-, especialmente por ser un servicio de transportes rodado. Sector con tanta necesidad de buenos ejemplos.

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