Reconfigura la realidad y adáptala a tus necesidades.
Instrumentos de veracidad
China vive inmersa en una crisis de confianza total por parte del consumidor en la calidad y seguridad sanitaria de los alimentos. Razones no faltan. Hace un par de años tuvo lugar el tremendo descubrimiento de que había leche infantil adulterada con melamina a la venta. Se venden dumplings con alto contenido en aluminio, arroz con cadmio, la carne con clembuterol es la norma y las frutas y verduras se rocían con sulfitos para que aguanten más. A las sandías les inyectan agua con azúcar para que sepan mejor y la semana pasada aparecieron 13.000 cerdos muertos flotando en un río que suministra agua corriente a Shanghai. Y algunos ya están siendo detenidos por vender la carne.
Por si fuese poco gran parte de lo que compras fresco se pone malo al día siguiente de entrar en casa, incluso en la nevera, lo cual te hace dudar realmente de las condiciones en las que ha sido manipulado y transportado.
Viendo el panorama es normal que todo el mundo desconfíe. Desde hace poco empiezan a aparecer marcas locales supuestamente ecológicas de todo tipo de productos. Y digo supuestamente porque nadie se fía igualmente de que sea así a pesar de que el precio llegue a quintuplicar el del mismo producto no ecológico.
Me llamó la atención el pasado fin de semana que las verduras de un productor doméstico -supuestamente ecológico- utiliza fotos del personal en las etiquetas para tratar de abrir una ventana de realidad sobre el origen de dichas verduras. Interesante instrumento de veracidad.
Diseño de servicios: taxis
Los taxis son un bien escaso en las grandes capitales de China. La alta demanda de taxis y la consecuente falta de disponibilidad podría significar que es un buen negocio. La realidad es bien otra. Tarifas controladas a la baja por el gobierno, un elevado coste de los combustibles y un sistema de empresas -algo oscuro- produce pocos ingresos al que está al volante. Todo esto unido a las cualidades propias de una gran ciudad China -mucho ruido, contaminación, largas distancias, gente con estrés y pocos modales- da lugar a un servicio de taxis público pobre y deficiente.
El taxista habitual, apretado por la situación y fuera de cualquier consideración va preguntando con desdén a la gente que le para -¿a dónde vas?. Hasta que encuentra una buena carrera. No hay esperas -el taxímetro no se mueve con el coche parado- y sientan muy mal los cambios de rumbo.
No son pocos los avispados que ofrecen sus servicios con coches privados en aquellas horas y lugares de mayor escasez. Estos particulares taxis con frecuencia ofrecen las mismas comodidades que un taxi oficial: un coche viejo a menudo sucio y un conductor descuidado a menudo temerario. Eso sí, por un coste diez veces superior al de un taxi público. Una fiesta.
Sin embargo es curioso el caso de Yanqing. Un condado al noroeste de Beijing, sobre el que cruza parte de la Gran Muralla y rodeado de montañas. Con tan sólo 300.000 habitantes -sí esto es muy poco en China- tiene un sistema de taxis privados en su capital barato, cómodo y bastante amigable.
El sistema es sencillo. Un grupo de ciudadanos se comunican por radio para ofrecer sus vehículos privados y llevar a la gente del pueblo de un sitio a otro. Los vecinos llaman a un número de teléfono para que les recojan y reciben un código personal para cofirmar con el conductor al llegar. En la central, ubican las posiciones de cada coche con un mapa en la pared usando pins. Los conductores, van comunicando por radio contínuamente dónde se encuentran para que desde la central les asignen clientes cercanos. Y he aquí la mejor parte: todos los trayectos cuestan lo mismo. No importa dónde vayas, siempre pagarás 6 yuanes (0,70 €).
Los coches son con frecuencia del modelo QQ, una copia exacta del Chevrolet Matiz, el coche más vendido en China por su bajo precio. Es el equivalente al 600 en España. Pequeños, sencillos, y me temo que también inseguros. A veces tienes que compartir trayecto con otros pasajeros siendo un poco apretado. Pero no importa porque los conductores, vecinos del pueblo, son simpáticos y el precio es más que razonable.
Un taxista natural del pueblo que trabaja en Beijing nos contó que existen al menos 600 microempresas con un total de 8.000 coches disponibles según el día. Todo el que tiene un coche, tiempo y quiere un extra se adhiere a alguna de las compañías de taxis. Algunos dejan el campo y comienzan a dar carreras con un coche de tercera o cuarta mano.
Aún siendo ligeramente precario es impresionante lo bien diseñado que está todo el servicio. Y admirable lo contenta que está la gente -el que conduce y el ocupante-, especialmente por ser un servicio de transportes rodado. Sector con tanta necesidad de buenos ejemplos.
The unwanted
Items abandoned everywhere are collected by IKEA’s crew a few minutes before closing at night. Trolleys full of unfulfilled intentions.
El coche como expresión personal en China
Los primeros Ford T sólo se fabricaban en color negro porque éste color tenía un tiempo de secado más corto. El color del coche, las ruedas o la tapicería ya no son suficientes por muy marcados que éstos sean. El habitáculo es un espacio donde precisamente hacemos eso, habitar. Al vivir en un espacio, lo adaptamos rodeándonos de las cosas que nos gustan y que al mismo tiempo nos definen a los ojos de los demás.
En China el interés por la diferenciación conduce con frecuencia a casos donde ese acto de rodearse de los objetos que nos gustan se acerca más a una voluntad de exhibición moderada.
Y no es sólo cuestión de remilgadas pegatinas o los fiesteros fluorescentes a los que ya estamos acostumbrados. Figuras de animación, peluches, alfombrillas de fantasía, frascos de perfume y todo tipo de fundas cubren el interior de los vehículos de cuatro ruedas. Desde el Mazda repleto de Hello Kitties a el Audi con cristales tintados y pieles falsas de oso polar en los asientos.
Sólo el año pasado se vendieron casi 19 millones de coches en el país, desde 2009 es el principal mercado por volumen de ventas para la industria automovilística y muy especialmente para los vehículos de segmento alto. Como es de esperar, esto ha provocado que las grandes marcas se vuelquen con el país del medio.
A finales del pasado año, Wolkswagen lanzó una divertida campaña llamada “People’s car project”, ni viniendo del Partido hubiese sido bautizada con un nombre mejor. ¿De qué se trata?, fácil: Consiste en hacer partícipes a la gente preguntándoles cómo es su coche ideal. Aquí el spot:
Volkswagen – People’s Car Project – Mascot from weareflink on Vimeo.
La campaña ha tenido un éxito significativo y aunque probablemente sólo tenga como objetivo hacer ruido entre la gente joven, doy por hecho que es el reflejo de lo que está por venir: una cada vez mayor influencia en occidente de lo que pasa y gusta en oriente. Tengamos por seguro que el poder blando de Asia, con China a la cabeza influirá en los productos del mañana.
Quién sabe, quizás terminemos todos conduciendo sobre pieles falsas de oso polar, con el calor que eso da.
Spaniards, mind your head
Don’t cross the line
Perdurability
Universal signs
AIGA alike sign in a ferry. Easily understood despite not been able to read chinese characters. I wonder how many signs (or combinations) are we familiar with due to repeated exposition during the years.