Hace ya unos meses Carlos Navalón me mostró unas fotos de ipads en algunas tiendas de Nueva York que se ofrecían a modo de catálogo virtual. Prendas y precios disponibles desde un soporte en la pared. Éste de la foto es un caso idéntico con el que me crucé recientemente en una tienda de Nike. Justo unos días antes ví un par de iPads a modo de directorio en el hall de entrada de un gran centro comercial y poco después otros en la entrada de un restaurante. Empieza a ser algo común.
La idea me gusta, no puedo decir lo contrario. Pero en los ejemplos que he conocido hay algo extraño. Cierta ambigüedad de intenciones. Como un exhibicionismo tímido sí se puede decir así. Los terminales no parecen ocupar el espacio que se merecen. Los he visto en segundo plano. Es quizás un plano protegido. Bajo soportes antivandálicos que hacen de su uso algo francamente incómodo por la posición fija que mantienen.
El iPad es un dispositivo de aspecto fantástico. Y tiene un coste notable. ¿Son estos usos simples maniobras de ostentación?. Si por el contrario hay una intención honesta de mejorar la experiencia asociada al servicio deberían permitir utilizar los terminales con mayor libertad.
¿Por qué no desplazarnos con el terminal para que me asesore por el establecimiento?. Hay un universo de posibilidades por explorar en estos procesos de compra asistidos.
Por cierto, de la aplicación en el iPad de esta tienda mejor ni hablamos.
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