Terminales digitales y experiencias de compra

Hace ya unos meses  Carlos Navalón me mostró unas fotos de ipads en algunas tiendas de Nueva York que se ofrecían a modo de catálogo virtual. Prendas y precios disponibles desde un soporte en la pared. Éste de la foto es un caso idéntico con el que me crucé recientemente en una tienda de Nike. Justo unos días antes ví un par de iPads a modo de directorio en el hall de entrada de un gran centro comercial y poco después otros en la entrada de un restaurante. Empieza a ser algo común.

La idea me gusta, no puedo decir lo contrario. Pero en los ejemplos que he conocido hay algo extraño. Cierta ambigüedad de intenciones. Como un exhibicionismo tímido sí se puede decir así. Los terminales no parecen ocupar el espacio que se merecen. Los he visto en segundo plano. Es quizás un plano protegido. Bajo soportes antivandálicos que hacen de su uso algo francamente incómodo por la posición fija que mantienen.

El iPad es un dispositivo de aspecto fantástico. Y tiene un coste notable. ¿Son estos usos simples maniobras de ostentación?. Si por el contrario hay una intención honesta de mejorar la experiencia asociada al servicio deberían permitir utilizar los terminales con mayor libertad.

¿Por qué no desplazarnos con el terminal para que me asesore por el establecimiento?. Hay un universo de posibilidades por explorar en estos procesos de compra asistidos.

Por cierto, de la aplicación en el iPad de esta tienda mejor ni hablamos.

Pistas de autenticidad

Pistas-de-autenticidad

En China desde un sencillo cepillo de dientes a un ordenador portátil es susceptible de ser en realidad una copia. No importa el lugar donde lo adquieres. Las copias, a veces casi perfectas, están por todas partes. Esto genera una actitud inquisidora, cierto estrés y desconfianza continua como consumidor.

Atención pregunta: ¿es el CD de arriba original?. No supe descubrirlo, pero ese “CD is Made in America” me hizo pensar un buen rato.

Legitimación a través del lenguaje extranjero

Cerca de donde estoy viviendo estos días hay un café con aspecto occidental bastante cómodo pero con un nombre fatal: Sarna Coffee. El recurso de la legitimación en los nombres de los negocios chinos está ampliamente extendido. Habitualmente utilizan palabras del inglés, castellano e italiano y no hay día que no te cruces con una tienda (principalmente de moda o complementos) cuyo nombre es gracioso, está mal escrito o suena mal. Es tan común que debe dar resultados y en realidad, creo que es algo que hacemos todos independientemente del país y el ámbito de dedicación. Hay ejemplos para aburrir.

Por cierto, parece que éste negocio ha copiado la imagen al de la cadena Costa Coffee.

PD: Bola extra, no te pierdas el fenómeno del chinglish. Divertidísimo. La web está llena de ejemplos.

La promesa del pack

La promesa del pack

La promesa de conseguir tu objetivo -registrar un momento inolvidable- queda garantizada por un pack que te ofrece todo lo que necesitas con máxima visibilidad del contenido.

Es espectacularmente extraño ver a tanta gente usando aún cámaras de película en Tiananmen.

Dar las malas noticias con humor

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Los niños entran gratis a visitar la Gran Muralla hasta que miden 150cm. Éste cartel junto a la taquilla advierte del límite con cierto humor. Si has de proporcionar un mensaje neutro o negativo, intenta siempre transformarlo en positivo.

Feliz año del conejo

Mañana miércoles se celebra la víspera de la fiesta de la primavera en China, también conocida como el año nuevo chino. Estos días Pekín se viste de gala y queda asediada por un ejército de conejillos conmemorativos en todas sus posibles versiones.

Esta fiesta, la número uno del país, genera el mayor movimiento migratorio de personas en el mundo cada año. Se calculan 230 millones de personas en movimiento. Los chinos, conocidos en occidente por trabajar sin descanso disfrutan estos días de un periodo de vacaciones que aprovechan para volver a sus lugares de origen, con frecuencia a miles de kilómetros de distancia.

Las carreteras atestadas de autobuses, la titánica red ferroviaria trabaja al límite y las grandes capitales se quedan vacías, tranquilas y agradables. Estos días en las polarizadas noticias se habla sobre todo de dos cosas: el próspero futuro económico del país y decenas de historias sobre trabajadores -que aún con temporales de nieve brutales- vuelven a casa incluso a pie si hace falta.

Este es el cuarto año consecutivo que piso China. Observo muchas diferencias con respecto a mi primera visita. Por alguna razón desde la primera vez que estuve tomé como referencia del estatus económico los teléfonos móviles que iba viendo en manos de la gente. Contrariamente a lo que muchos piensan aquí el precio de la tecnología es bastante similar al de Europa (exceptuando las memorias digitales y otras baratijas). Hace cuatro años sentía que había una diferencia espectacular entre los terminales que los jóvenes teníamos en España y los que manejaban aquí. Hoy me sorprende ver que todo el mundo tiene smartphones de 300€ y más, siendo ésta una cantidad muy respetable para un joven aquí. En las apple stores el tiempo medio de espera para conseguir un iPhone 4 es de 3 meses. Las tiendas de apple están siempre a reventar.

Mi primera vez en Pekín vi muchos coches, pero humildes. Me sorprendió ver entonces tantos coches nuevos en Chengdu (al oeste de China, una de las 4 ciudades más ricas del país). Ahora en Pekín sólo se ven coches nuevos de alta gama, con cristales tintados. Siempre cuero en los asientos. Sorprende ver a jóvenes con sueldos inferiores a 500€/mes que compran bolsos Louis Vuitton, chaquetas Burberry y coches Lexus. Los mismos jóvenes que se gastan medio sueldo en celebrar su cumpleaños con amigos en un restaurante de lujo. “Lo importante es mantener la cara” reza un dicho aquí. Significa algo así como “cuidar las apariencias”.

Todo esto desaparece si te adentras en provincias menos pudientes, es un país de contrastes, pero no cabe duda de que China es un gigante con apetito y está orgullosa de serlo.